El locro de Don Juan el Zorro
A lo largo de varios días, el clan del
zorro había estado recogiendo y almacenando grandes cantidades de comida.
La
preparación de la fiesta
Eran los fines del otoño y se
avecinaban los fríos. Una mañana Don Juan salió a caminar un poco para no
entumecerse y decidió recorrer lo que él llamaba su fundo, aunque sabía que era
de la naturaleza, y que él y su clan sólo ocupaban un pequeño lugarcito, que
les resultaba familiar porque lo conocían desde hacía varias generaciones: no
olvidemos que pertenecían a la Dinastía de los Zorros que había desempeñado un
gran papel en el gobierno de la provincia en los siglos anteriores.
Don Juan fue a la represa y vio un
flamenco y una garza, sus largas patas en el agua, que sumergían de tanto en
tanto el pico en el agua para sacar algo. Cuando ya se iba llegó un ochogo y lo
saludó así “Hola hermanito, me alegro de verte, porque sé el papel que
desempeñarás en las chacareras de la región”.
Dicho esto pasó al cerco donde los
miembros activos de su clan cumplían alguna tarea: carpir con la azada,
desmalezar con la pala, sembrar con el palo sembrador y arrojar los granos de
maíz (que llevaban en una bolsa que colgaba del cuello) con la mano, a 30 cm
uno del otro para permitir el desarrollo de la planta que crecería.
Mientras tanto, otros soplaban en su
flauta de Pan, que en este caso era un trozo de caña de 35 cm en el que habían
practicado agujeros que según fueran apretados o no con los dedos permitían
extraer las notas del silabario musical de los zorros, que según se sabe intercala
los tonos altos y ritmados con los graves, más bien decadentes y tristes. Es
que en su larga vida los zorros han tenido muchas alegrías y muchas tristezas y
les gusta combinarlas.
Es sabido que varios conjuntos
musicales de zorros han alcanzado éxito en el escenario apoyando su voz
particular (a veces parecen aullidos) con pinkullo, batería y hasta contrabajo.
Este último instrumento no fue bien visto por los zorros que encarnan el
movimiento tradicionalista, quienes enviaron este mensaje por Twitter: “Si
quieren trabajar vayan a otra parte, nosotros tenemos de qué ocuparnos”. Los
zorros gustan de la ironía.
Don Juan siguió caminando por el monte,
oliendo tarkos y breas, viendo a la araña tejer y a la iguana zigzaguear y al
caracol llevar a cuestas su armadura y su castillo. También miró los algarrobos
y sus vainas doradas que refulgían al sol del mediodía, que algunas integrantes
de su clan, entre las que estaba su hija, las recogían en amplios chusis en que
las llevarían al mortero.
Finalmente Don Juan volvió a su rancho,
y antes de cobijarse bajo el alero porque apretaba el sol pasó por la troje
donde acopiaban los frutos de la tierra, desde el maíz a las cucurbitáceas,
elevada a un metro del suelo para protegerlas de las jaurías de majanes
(chanchos del monte) que a veces avanzaban sobre las casas comiendo todo lo que
podían comer. Eran más peligrosos que los Lules, zorros del Tucumán que además
de papas y zapallos robaban mujeres.
Viendo la troje repleta Don Juan se
solazó de su suerte y recordó el refrán que solía decir su mamá zorra: “El que
guarda, tiene”. Sentado ya en su mesita preferida que daba hacia el suroeste,
dejó correr sus pensamientos como si fuesen aguas del río, en las que sumergió
el cuerpo de su otro yo para ver si sacaba algo. En una experiencia anterior,
cuando era zorro joven, había extraído de las aguas, mediante caña, hilo y
anzuelo (sin carnada) un pescadito de plata.
Sabía Don Juan de la magia de los
pensamientos y mientras tomaba un aperitivo –cañito de tequila José Cuervo-
entró en la corriente de su imaginación, como si fuera una ducha y él estuviese
en la bañadera. En la extraña sensación de libertad que eso le daba, columbró
un proyecto: “Voy a hacer un gran locro para el 25 de mayo”. Era muy patriota y
le gustaban tanto las efemérides como la gastronomía.
Cuando salió de su ensoñación buscó su
libro de recetas y encontró la que le había pasado su comadre Doña Chuña meses
atrás. Leyendo con atención la lista de ingredientes observó que además de
zapallo, trigo, porotos y carne llevaba como aderezos sal, chile poblano (su
comadre había viajado a México) y bigotes de león, que según ella le daban ese
sabor salvaje que tanto gusta a los zorros de buen paladar.
Decidido a probar esa receta, Don Juan
se sumió en profunda meditación; tenía todos los elementos (recordemos el
acopio de reservas que había hecho su clan) salvo bigotes de león. ¿Dónde los
conseguiría? Inmediatamente se le ocurrió invitar a su Tio León a comer el
locro y aprovechar para cortarle unos bigotes. Pero había un problema, y era
cómo hacerlo. Quedaba descartada la fuerza, en la que el Tío superaba a toda la
fauna del monte. Solo quedaba recurrir a alguna estratagema –en las que su
clan, y él mismo- tenían experiencia. Se estaba ya poniendo el sol cuando Don
Juan encontró la solución. Se rió por lo bajo y luego se acostó a dormir.
Cuando amaneció tomó unos mates y envió
por whatsapp este mensaje: “Buenos días estimado Tío. Deseo esté pasando bien
la cuarentena. Me alegró la noticia de que el Gobierno del Monte (vi su firma
en el decreto) autorizó la realización de reuniones, así que nuestro clan
decidió organizar un locro para celebrar el 25 de Mayo y quería invitarlo a que
nos acompañe. La Comisión de Damas me informa que el acto comenzará a las 10 h
con juegos para niños; a las 11 h los discursos (vendrá el Don Suri el
Intendente en representación del Gobernador Don Reinamora), y luego del desfile
una escena de teatro participativo (idea de nuestro clan ya registrada con
ISBN), carreras de embolsados y de sortijas. Habrá conjuntos musicales y pista
de baile. El locro se servirá a las 14 h. Lo espero. Su sobrino Juan”.
Pocas horas después recibió la
respuesta “Gracias sobrino por el convite allí, estaré. Me viene muy bien
porque como sabes en fechas patrias y religiosas no se permite salir a cazar
así que ese día (cae lunes) no tengo nada que hacer. Saludos del Tío”.
El
tinkunaku del 25
El 25 amaneció soleado y fresco.
Arrebujado en su ponchito de vicuña Don Juan salió a recorrer los alrededores
de su rancho para ver cómo estaba todo. Era costumbre de su clan levantarse
temprano. Ya estaba prendido el fuego para la olla del locro y en el horno para
las empanadas. El escenario estaba en un montículo, y ya instalados el
micrófono, los altavoces y la cámara que transmitía en directo a Canal 7 y C5N
con la conducción de Don Ocaranza, el Bagre Lagunero, por cierto que a
distancia ya que reside en Río Negro.
El Tío León llegó temprano, saludó a
toda la familia después se sentó a conversar con Don Juan y otros vecinos en
sillas de tiento mientras tomaban mate que les cebaba la Niña Perdiz. Los
discursos fueron encendidos y despertaron el fervor patriótico de los
concurrentes. Después de los aplausos vino la carrera de sortijas conducida por
Don Caballo Mema, y luego la de embolsados, que ganó la Tía Rana por varios
saltos.
Le tocó a Mamá Zorra, la dueña de casa,
anunciar que comenzaba el teatro participativo que coordinaba Sofía Tijereta
que acababa de llegar de la capital, donde se desempeñaba como productora de
televisión, gran mérito de su carrera que había comenzado con el humilde oficio
de peluquera. Fue muy aplaudida y agradeció con una grácil inclinación y aleteo
de su cola. Como sabemos, sus atractivas formas seducían a los espectadores
varones y daban envidia a las mujeres.
Sofía observó atentamente la fisonomía
de los presentes, y luego se acercó a cada uno y le dijo al oído el papel que
le tocaba representar. “Usted da para el papel de intendente” le dijo a Don
Suri, y a Don Juan “Usted representará el rol de zorro viejo”, y así
sucesivamente, pasando por Tía Rana y Doña Chuña, que harían de rana y de chuña
respectivamente. A Don Sapo Curioni, que tenía ya guitarra en mano, le dijo
“Usted será cantor”. Todos se admiraban de la penetración del juicio de Sofía,
debido a su experiencia en el casting de diversas series.
Cuando llegó al Tío León lo miró
atentamente revoloteando a su alrededor y por primera vez demoró su
apreciación. Don Juan, que estaba a su lado, aguzó el oído y pudo escuchar lo
que le decía en secreto: “Usted tiene el perfil adecuado para representar al
Rey León y le auguro un gran éxito en el cine”. El Tío sonrió, complacido por
el halago, y preguntó a Sofía en voz baja: “De acuerdo. ¿Qué tengo que hacer?”.
Ella le respondió: “Nada en especial. Simplemente sea usted mismo y todo estará
bien. Solo que... hay un pequeño problema”. “¿Cuál?” preguntó el Tío, y
escuchó. “Tiene que mejorar un poquito su imagen. No solo está despeinado sino
que sus bigotes están demasiado largos. Se lo advierto ahora, porque la luz del
set no perdona esos detalles. Si usted quiere lo arreglamos en un minuto”.
El Tío asintió moviendo orgulloso su cabeza
mientras Sofía en mucho menos de un minuto lo peinó y con su afilada cola de
tijera le recortó los bigotes, cuyos trozos fueron recogidos en una patena que
sostenía la Niña Perdiz, que había sido instruida para este momento, llevando
también un espejo de mano en el que el Tío pudo observar la nueva imagen que
mostraría en las tablas.
Mientras sonreía por dentro –lo que le
sucedía a menudo- Don Juan se levantó sin que nadie lo advirtiera –era sigiloso
por la naturaleza de su clan- se acercó a la olla del locro junto con la Niña
Perdiz, y tomando de la patena uno a uno los pelos del bigote de su tío los
arrojó en su humeante contenido, que luego revolvió con una cuchara de madera
de itín.
Luego retornó a la obra y pudo decir a
tiempo su bocadillo, que consistía en unas coplas.
Al
celebrar este día
los
detalles yo me ahorro:
mi
corazón, de alegría
salta.
Soy un viejo zorro
de
Santiago del Estero
que
conoce de la suerte:
gané,
perdí, nada espero
salvo
el amor y la muerte.
En tiempo de cuarentena
la voz de la Patria llama
a dejar atrás las penas
y lanzar nuestra proclama:
libre el monte de ese mal
de hachas y de invasores
que llevan nuestros valores
convertido en capital.
Allí
seguía Doña Chuña, que se expresaba en verso libre:
Soy parte de la fauna del lugar y formo
parte ya de la familia
y hago aportes que creo necesarios para
el alerta diario de la vida.
Si alguien viene lo saben por mi voz
que lo declara
con grito inolvidable
y con mis largas patas lo transporto
de un lado al otro. Hoy soy la
mensajera
de lo que dijo en niña nuestra Patria:
libertad.
No
se hizo esperar la intervención de Don Suri
Como me toca ser el intendente
todo mira del mundo mi pescuezo,
casi vuelo andando entre mi gente
y a la lluvia la anuncio con mi paso.
También hago mi vida de estudiante
del curso de soneto que da Tasso
donde aprendí algo de Almafuerte
y pude conocer a Garcilaso.
Don Reinamora mándales saludos
no les puedo contar lo que me dijo
porque tenía puesto el barbijo.
Convoco así a todos los vecinos
y vecinas del pago de Don Juan
a amar y defender este lugar.
A
la Niña Perdiz le tocó ser you-tuber y presentó la primera parte de su nuevo
canal.
¡hola! te saludo con minúsculas porque
así hablo y escribo desde que leí al poeta e.e. cummings, te haré en pocos
minutos cien preguntas para saber quién eres, como te ves en el espejo, si has
estado enamorado, de qué te arrepientes, si eres virgen y cosas así. no te
asustes y prepara a tu otro yo para dar respuestas rápidas y veraces. Ahora
pasaremos a la receta del día: una medida de licor de huevo, dos de tequila,
hielo granizado y revolver bien. acompañado por una chalita de loreto es muy
valorado como copetín en la región de los zorros. después me cuentas que te
pareció y pronto te contestaré, ahora pasamos a las noticias...
Así
prosiguió esta parte del acto hasta que llegó el momento de servir el locro, en
pequeños cuencos de cerámica que cocían en su propio horno, industria que
habían aprendido los zorros de los primeros pueblos que habitaron la región.
Fueron platos generosos porque Don Juan había calculado bien las proporciones,
y disponía de una olla grande que había heredado del Regimiento donde hizo el
servicio militar y se graduó como subteniente en su juventud, por lo que
pertenecía a la reserva y se encontraba siempre dispuesto para la acción que
reclamase el servicio a la república argentina y a las provincias unidas del
monte, fueran guerreras o pacíficas, y aunque prefería estas últimas Don Juan
estaba siempre preparado para las primeras con lanza, lazo y boleadoras –a más
de sable, cota y armadura que conservaba de sus abuelos- que prefería a las
armas de fuego.
Todo
su clan odiaba el arcabuz, fusil, carabina, rifle, escopeta, revólver o
pistola, muy utilizados a lo largo de la historia reciente de la humanidad que
habían causado grave daño no solo a su especie sino también a sus hermanas de
la República del Monte que anhelaban construir alentadas por el grito
libertario del 25 de mayo de 1810.
El
Tío León comió tres platos, acompañados por Malbec que habían traído las
carretas desde La Rioja y después de relamerse dijo lo siguiente.
Muy rico el locro sobrino, ahora se lo
aseguro
-después le preguntaré los elementos
que ha usao-
Y solo les digo ahora que soy un rey
pasajero
otros me sucederán como siempre ha
pasao.
En
la sobremesa musical bailaron en patio i’tierra como quiere la costumbre y
cuando estaba por ponerse el sol comenzaron a retirarse los invitados. Al
despedirse dijo León: “Juan no te olvides de pasarme la receta del locro” a lo
que respondió “Como no Tío, se lo cuento otro día porque ahora se ha hecho
tarde”. Los que conocían la expresión de su rostro notaron que sonreía con
picardía.