viernes, 9 de marzo de 2018

Mujeres y hombres en marcha hacia un nuevo contrato social



A compañeras y compañeros del INDES.

Este año el 8 de marzo ha tenido (está teniendo) la resonancia más alta que recuerdo. Aunque se trata de una conmemoración ya extendida en todo Occidente desde hace décadas, es especialmente intensa su repercusión en Argentina, no menos que en Santiago del Estero, que tomaré como referencia.
Ayer
Hasta hace unos diez años, el Día Internacional de la Mujer era ocasión de actos protocolares organizados por instituciones públicas y privadas que otorgaban una distinción a mujeres destacadas en algún campo. La Cámara de Diputados de la provincia y el Concejo Deliberante de la capital organizaron no pocos, así como las universidades y numerosas asociaciones culturales.
En un escenario adornado con flores y cámaras de TV, luego de transcurrida media hora de anunciado el acto “hasta que vaya llegando gente”, como se decía, el Maestro de Ceremonias, micrófono en mano, anunciaba el inicio, agradeciendo su presencia a los funcionarios y público presente. Luego dejaba al locutor (cada vez más a menudo locutora) la lectura de la resolución, disposición, o texto equivalente emanado de la autoridad, que en sus considerandos (si los tenía) justificaba la entrega de un reconocimiento al mérito “a las siguientes mujeres destacadas este año”.
Antes que comenzase la lectura de la lista –que podía ser de 20 nombres- se preparaban los funcionarios que entregarían las distinciones, acomodándose el saco y la corbata, porque saldrían en la foto y la filmación.
¿Y en qué consistían las distinciones? Competían allí finas carpetas de cuerina azul donde constaba la “declaración de interés” de los diputados, cuadritos enmarcados por … (tachado) para colgar en las paredes, estatuillas de cerámica y otros objetos artesanales que decorarían el estante de los recuerdos de una mujer como una copa de fútbol el de un varón.
Luego venía la entrega, con el paso de las premiadas al escenario y el protocolo del saludo. Algunas veces se mencionó su profesión y trayectoria. Pocas veces se les ofreció el micrófono. El acto era emocionante de todos modos, y cada mujer presentaba una historia junto a quienes la acompañaban. El aplauso siempre fue extendido.
Hoy
Pues bien, este tipo de acto, aun sin haber desaparecido ni exponerse todavía a ser trasladado al arcón de los recuerdos, ya no ocupa la escena del presente. El día de la mujer ha pasado de juego floral a batalla campal. Los principales actos se realizan en la Plaza Libertad, que cumple una vez más su rol de cámara de eco de los movimientos sociales, representados por cada vez más numerosas asociaciones y ong´s locales, que han definido una nueva agenda. Ahora no se trata de un homenaje, sino de una protesta y un reclamo.
Es notoria la presencia de las jóvenes, así como sus carteles y cantos o el apasionado tono de los discursos. No faltan hombres, y es creciente su número, ya que sus demandas son compartidas por quienes trabajamos por una nueva masculinidad. A la vez, han crecido los espacios de debate en las instituciones y los medios, en las que se cruzan muchas disciplinas con diversos enfoques teóricos, así como concepciones religiosas y filosóficas que han ampliado diálogos y confrontaciones de alto voltaje.
Pasados ya los tiempos del “cupo femenino”, a comienzos de la última década la ley de Salud Sexual y Reproductiva ocupó el centro del debate. En los últimos años otros temas la desplazaron: la violencia contra las mujeres, y el derecho al aborto legal.
Causas
Trataré de analizar las causas que pudieran explicar este conjunto de hechos. En un plano demográfico, el crecimiento de la tasa de urbanización y el del nivel educativo de las mujeres –ambas en notoria evolución desde comienzos del siglo XX hasta hoy- guardan relación con el descenso de la tasa de natalidad en el mismo período. ¿Qué significa esto sino un proceso de autonomía creciente, que fue reflejado por la literatura y el folklore?
Los nuevos términos del debate son los mismos de los comienzos del feminismo aunque resignificados. Involucra al cuerpo de la mujer –tanto si es trabajadora, esposa y madre como si no lo fuera- y de su voluntad para gobernarlo y defenderlo. Junto a las revoluciones obreras y campesinas y otras que las siguieron, las mujeres protagonizan otra que está a nuestra vista. Es claramente emancipatoria, y mucho más amplia que las anteriores; postula una crítica al patriarcado y la subordinación impuesta a su género, y promueve una legitimación de su paridad con los hombres, tanto en la esfera familiar como en la laboral.
Luego, se observa un cambio generacional considerable (si no abrupto) en las mentalidades, las leyes (el voto femenino en 1949) y la economía, y con ellas los modelos de familia proporcionados por las instituciones rectoras de la moral pública, que pasaron del patriarcal al victoriano, de la familia extensa a la nuclear, de la ilegitimidad al matrimonio etc.
Pero es obvio que las familias no surgen solo del marco normativo de la cultura –cuya última expresión es la ley- sino también de la práctica o las artes de hacer (De Certeau), por lo que configura un ejercicio político de gran importancia para todo el orden social. Creo que los cambios producidos en las sociedades de tipo tradicional que están sometidas a la transición a la “modernidad” y la “globalización” forzosas –como es el caso de Santiago del Estero- entrañan profundas transformaciones en la esfera de la sociabilidad, la familia y la política.
Mañana
El núcleo de la discusión lo resume un título de Raymond Aron: “¿Podremos vivir juntos?”. En “Nosotros y los miedos”, George Duby expuso los miedos del año 1000 comparados con los de un milenio después. El miedo al bárbaro pudo ser sucedido por el miedo al otro, en este caso un enemigo íntimo, especie de quinta columna o de alien instalado en nuestro entorno. Así como existe una teoría de la lucha de clases (Marx y Engels), la hay de las generaciones (Bioy Casares “Diario de la guerra del cerdo”) y podemos preguntarnos acerca del riesgo de una lucha de géneros (la plantea el film "La guerra de los Rose").
Por ello, pensando que intervenimos en un proceso de larga duración, creo debemos pensar en la necesidad de un nuevo contrato social, cuyos términos ya están esbozados para la coyuntura pero que necesitan de un horizonte de futuro. Cuando Juan Jacobo Rousseau escribió su hoy clásico libro, estaba abogando por los derechos de una clase –la naciente burguesía- en el espacio económico y político, que al mismo tiempo había asumido como “natural” la subordinación de las mujeres. Por eso Carol Pateman plantea la necesidad de un previo contrato sexual, indispensable para que el social se sostenga.
Sabemos que las conquistas legales son un paso adelante, pero la utopía que guía este proyecto no se logrará sino mediante la construcción de valores, pensamiento, sensibilidad y práctica. Creo que esa es la tarea a realizar juntos y juntas.

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