1
El texto que voy a transcribir,
si bien con algunas actualizaciones de época que agregaron diferentes relatores,
es muy antiguo. Se dice que Claudio Eliano decidió no incluirlo en su
voluminosa Historia de los animales (s. III) porque lo juzgó demasiado
literario. A Esopo le pareció fascinante, y estaba a punto de comenzar una
fábula protagonizada por un burro cuando lo sorprendió la muerte. En cuanto a
Lafontaine, se dice que al leerlo comentó: “Hay que ser burro para escribir
esto”; esta frase dividió a nuestra especie, pues unos la tomaron como burla, y
otros como juicio admirativo axiomático a priori, objetivo e irrefutable.
2
Cervantes me imaginó como rocín
de Sancho en 1653. Cuatro siglos más tarde, fui el leit motiv de Juan Ramón Jiménez,
que me llamó Platero, quizá porque buenas pesetas ganó con la edición que lo
condujo al Nobel.
La escuela, entretanto, y vaya a
saberse por qué, me eligió como símbolo del que no aprende, del mal alumno, y
aún –pero no quisiera pensar esto- del que carece por completo de condiciones intelectuales
para el aprendizaje.
Así como al que mentía le crecía
la nariz, al que no estudiaba le crecían las orejas. Me irrita que hayan
pensado en nosotros. Y después de todo, ¿no es una gran ventaja tener amplias
orejas para escuchar bien todo lo que se dice, hasta estas tonteras? Detrás de
estas fábulas banales se formó el estigma que amenaza a nuestra especie: mamífero,
burrus, equus menudo, herbívoro y ropífago.
No quisiera aburrir y menos aún,
justamente yo, desburrar al que me escuche, pues considero harto sabidas las
virtudes, las vicisitudes, los vicios y las vituallas del burro. Son menos
conocidas, en cambio, las cargadas que recibe a su paso. Para nosotros se
inventaron las árganas, las alforjas, las
pilas
de leña, carbón y tantas otras materias que se
imaginan
apropiadas para nuestras espaldas.
No está mal entonces que agregue
una pequeña carga que no pesa, y aunque duela, debemos llevar a nuestro paso
para que el mundo la conozca. Es la memoria del burro, su insólita historia de
esclavo, reproductor y símbolo de la minusvalía. En efecto, por razones muy
atendibles, el culto al caballo nos supera en el ejército y las carreras, el
del toro proporciona divisas que bien conoció la oligarquía vacuna, y el de la
cabra sostiene la economía campesina.
Pero los burros no corremos
carreras ni servimos para la guerra, no ofrecemos carne para la mesa ni lana para
las tejedurías, y aunque se habla bien de la leche de burra, preferimos guardarla
para nuestros burritos. Es que somos pocos, esta es la realidad, sólo el 7,6 %
de la ganadería mayor que puebla este dominio.
3
Hablemos ahora de la tarea que
Dios, en su infinita sabiduría, le asignó a mi especie.
-Necesito ayuda –dicen que le
dijo a uno de mis antepasados-. Como sabes, en los últimos milenios vengo creando
todo y estoy algo cansado. Aún para los que somos eternos pasan los años –dijo
sonriendo mientras se mesaba su larga barba blanca.- Y ahora se me ocurrió una
idea ingeniosa que puede servir para varios milenios, mientras dure la vida en
la Tierra, por lo menos.
-¿De qué se trata? –preguntó mi
antepasado, que era cortés y bien educado como todos nosotros. Por eso sabía
que era muy difícil resistirse a las ideas de Dios.
-Te lo cuento en confianza,
porque conozco tu fidelidad y te aprecio mucho, y hasta deseo que un día me
saques a pasear. Vivo en medio de estos nubarrones, que son tan parecidos, y
tengo que imaginármelo todo.
Era evidente que Dios sabía cómo
tratar a sus creaturas, y ponerlas de su lado. Pero mi antepasado no era de
muchas palabras y tenía algo de prisa.
-¿Y entonces?
-Mis asesores biólogos me dicen
que aún faltan muchas especies. Y que algunas no me salieron del todo bien
(miró hacia arriba y pensó en los hombres y los mosquitos). Así que hay que seguir
creando. Te ofrezco la posibilidad de proseguir mi obra en la tierra. Serías
nada menos que un co-creador –enfatizó.
-No entiendo.
-Te lo explicaré con otras
palabras. ¿Tienes pareja?
-Por supuesto, mi señora, que me
está esperando en casa.
-Bien. ¿Cuántos años lleváis
juntos?
-Le confieso que no me acuerdo.
Pero yo la conocí en el año de las lluvias, y al siguiente tuvimos nuestro
primer burrito. Ahora son tres, y como dejamos un año de intervalo por eso de
la paternidad responsable, deben ser seis o siete –dijo con orgullo.
-O sea que sois una pareja
estable. Eso me gusta mucho, está en el plan divino, que viene a ser el mío.
Ahora bien, tú sabes que pasados unos años el matrimonio se vuelve un tanto
rutinario… y comienza la comezón del séptimo año… en fin, tú me entiendes.
Mi antepasado movió el hocico en
señal de asentimiento pero sin decir palabra. Dios era un argumentador hábil y
le costaba seguirlo.
-Voy al grano –dijo Dios.
-Eso lo entiendo, adelante –dijo
mi antepasado pensando en su morral.
-(bajando la voz) ¿No te gustaría
tener otra pareja, aunque sea por un tiempo?
-Jamás se me hubiera ocurrido
–mintió mi antepasado, que después de todo era un burro de carne y hueso.
-¿Qué diría mi señora?
-Eso puede arreglarse y te
aseguro que no le importará. Más aún, hasta se sentirá aliviada (con sorna). El
tema es que te propongo una relación con una persona femenina, familia
yeguarizo, que a la sazón se encuentra sola y no vive lejos de tu campo de
pastoreo.
Mi antepasado se asombró de la
información que poseía Dios. Conocía perfectamente a esa persona, y la había
mirado con insistencia en más de una oportunidad durante su jornada de trabajo.
-Señor –dijo mi antepasado con
pesar- esto no funcionará. Como eres Dios no puedo mentir ni ocultar nada.
Quizá ya lo sabes: cuando nuestros burritos
ya estaban grandes y conchabados, a mi señora le tocó hacer un viaje de unos meses.
Y tú sabes lo que pasa cuando uno está solo…
-Vaya si lo sabré. Sigue, sigue.
-Ahorro los detalles. Me hice
amigo de esa persona y traté de estrechar una relación.
-Se entiende, aunque se trata de
un pecado venial. ¿Y qué pasó?
-Imposible. No dan los tamaños.
Tú sabes que…
-Sí, se me fue la mano. Ya te
dije que en ese tiempo todo lo hacía con la imaginación… Bien sé que he
cometido muchos errores, y estoy dispuesto a repararlos porque nos quedan
muchos milenios por delante.
-Pero tú no nos hiciste eternos
–dijo mi antepasado, que no carecía de sabiduría-. Mi cuerpo, mis deseos, y los
de esa persona, no durarán muchos años, antes que el frigorífico se encargue de nosotros.
-¡Es cierto, hay que actuar ya!
–dijo Dios, que era de decisiones rápidas, e impartió unas órdenes por su
dictáfono inalámbrico. Luego de secarse la frente aclaró:
-Acabo de crear una facultad de
medicina veterinaria cerca de tu zona de residencia. Muy pronto un profesional
experto preparará el camino por el que habréis de comunicaros en lo sucesivo tú
y esa persona. Luego, el Arcángel Gabriel –que ahora está de viaje con otra
tarea pero volverá en un par de semanas- visitará a esa persona y le anunciará
que reanudaréis vuestra relación y recibiréis el premio soñado por vuestra participación
relativamente desinteresada en la creación del mundo: tendréis un hijo o hija.
-¿Otro burrito? ¿Qué dirá mi
señora?
-Quédate tranquilo. Será una
mula.
-¿Mula? ¿Qué es eso?
4
Como es obvio, esta proposición
cambió el destino de nuestra especie, y lo que sigue lo contaré otro día. Son
extraños los caminos de la providencia, e inescrutable el plan divino. Lo sé, porque
soy burro.
(Tasso, Alberto:
El momento del mate y otros cuentos, Barco Edita, Santiago del Estero, 2014,
pp.17 a 22).