domingo, 6 de septiembre de 2015

Viaje a Tintina


Viajo esta vez, sin exagerar, no sé si al corazón del monte santiagueño, pero sí a un lugar donde puede escucharse su diástole y su sístole, biomagnéticas como golpes de caja, tam tam de la historia que no ceja en hacerse oír.

Estoy en el departamento Moreno, escenario del imperio del obraje que llegó junto al ferrocarril, a comienzos del siglo 20. Era la línea que venía de Añatuya: Suncho Corral, Tintina, Campo Gallo. Su traza en el mapa semejaba una hoz, que según auguró Bialet Massé en 1904, iba a segar el monte milenario para convertirlo en durmiente y postes, como pasó, en efecto. Pero no cabe ya llorar sobre la leche derramada, sino salir a explorar las raíces del bosque.

Salí de Santiago a las cuatro de la tarde, en un colectivo de la empresa San Felipe. Llevaba un sándwich de mortadela y un diario del lugar, que a más de sus noticias brindaría abrigo a mis reumáticas ródulas, en caso de necesidad. Pero no hizo frío este día de julio, y tres horas después llegué a Tintina, cuando ya estaba oscureciendo.

Me recibió el Lic. Marcos Ordóñez, profesor del ISFD N° 23, que me ha invitado a compartir una jornada cultural. Uno de sus proyectos se dirige a consolidar una Biblioteca Popular de Tintina, que entusiasma por sus posibilidades, pues ha sumado vocaciones y horas de trabajo de un grupo de jóvenes, preparando el local de la estación de ferrocarril que le ha cedido el Municipio. Al día siguiente la visité, y conversé con el equipo que la atiende. Estimé su magnitud en 1.200 volúmenes, entre los que hay media docena de enciclopedias anteriores a 1970, mucha novela de los años 1940 a 60, y en menor proporción historia, educación y ciencias básicas. La nueva biblioteca enfrenta varios desafíos que será necesario acompañar. El primero es obtener su reconocimiento institucional, en la provincia primero y ante CONABIP después.

Digresión sobre códigos y escrituras
Al regresar a Santiago fui a la Dirección de Personas Jurídicas para conocer el trámite. Allí me enteré que el Código Civil de la provincia ha sido modificado recientemente, agregando nuevos requisitos para el otorgamiento de la personería para asociaciones civiles, que rigen desde agosto de 2015: el Acto Constitutivo –expresado en un Acta que declara fines, aprueba Estatuto, Inventario, nómina de socios y designa Comisión Directiva Provisoria- debe ahora ser reconocido por instrumento público (escritura), y ser inscrito en el registro correspondiente una vez otorgada la autorización estatal para funcionar. Hasta la inscripción se aplican las normas de la simple asociación. Aun sin saber de leyes, como es mi caso, resulta claro que esta norma complica el camino para las nuevas asociaciones civiles, las bibliotecas populares entre ellas. No se trata solo del costo del trámite, sino de la incorporación a una nueva tutela, la del registro público. La ciudad letrada agrega una nueva pesa en la balanza del control de la vida asociativa, que debería estimular en vez de desalentar.

Tengo la impresión de que hay una confusión al incluir en este nuevo registro a las bibliotecas populares, y por ello sus autores, con el fin de aumentar el control del estado sobre la vida social, no advirtieron los efectos negativos que indudablemente tendrá en el cumplimiento de otras políticas del estado, nacional y provincial. Pero no es el momento de esta discusión. La ley vigente debe ser cumplida, y lo haremos. Pero al mismo tiempo es necesario avanzar hacia su reforma lisa y llana, para así poder escuchar a juristas, autoridades de aplicación, abogados y a los propios interesados,

Un rato después nos recibió el Intendente de Tintina Dr. Mario Cantoni, a quien explicamos nuestra presencia. Con atención escuchó las propuestas que le acerqué –el EJI 13, la Biblioteca Rural- y mostró gran disposición hacia estos proyectos algo locos, pero enteramente realizables.

El aleph

“La importancia de las bibliotecas populares en la sociedad global” era el tema que me proponía desarrollar. A las 19.30 horas, ante una sala colmada, como suele decirse, revisé mentalmente mi discurso. 


Hablaría del aleph, tomando como referencia el cuento de Borges, y trataría de demostrar que toda biblioteca es un aleph, y que podemos construirlo utilizando las viejas y nuevas tecnologías.  Señalaría entonces que, en la base de la pirámide, el verdadero núcleo del conocimiento está en el saber alcanzado y transmitido. El hombre o la mujer que saben,  aunque no escriban, son libros humanos per se, que se proyectarán en la tipografía de imprenta, que alguien llamó “galaxia Gutenberg”. La memoria es el primer libro, llámese Biblia o abuela/o, y el libro más reciente lo escribe en este momento un niño o una niña, en su diario mental.


En este momento me preguntaría si estaba hablando demasiado de las bibliotecas, yéndome por las ramas, como corresponde a todo homínido. No lo estás haciendo bien, me diría. Habla de algo que interese a los más jóvenes, que son el objeto de tu deseo, y a los más viejos, que son tus cómplices y referentes. Entonces, diría a cada uno, escucha al otro y míralo actuar. Siéntelo en tu interior. Yo eres tú, y él soy yo, agregaría con gesto grave de filósofo venido a menos. Pero esto no quedaría bien ante el público, que, según creía, esperaba frases más reales. Entonces, abandonaría el tono socrático-weberiano, y pasaría directamente al profesor Ciruela, en cuyo papel no me encuentro del todo incómodo.

No tenemos la historia que necesitamos, diría con actitud intrépida, aunque sabía que usaba palabras de siete siglos AC. Imitando a Carl Sagan, hablaría del universo y su biografía en construcción, a la que contribuye hoy Stephen Hawking con su historia del tiempo. Pero esto me colocaría al borde de un agujero negro, ya que sé poco del asunto. Justo ese día había conocido a un niño de 9 años que dominaba el tema y no quería confundirlo.

Sí, entonces hablaría de la historia del mundo antiguo, Europa, Argentina,  Santiago y Tintina, todas ellas sujetas a revisión, y de hecho revisadas durante las últimas tres décadas. Me escucharían decir “La sociedad es como un rompecabezas cuyas piezas cambian de forma todo el tiempo”, a la manera del loro que repite su discurso.


Entonces, dándome cuenta que aburría con el saber (como solo los burros sabemos hacer), abandonaría el libreto, o sea el plan de mi charla. Así hice en rápida verónica, y en pocos minutos pasé de torero de la historiografía a toro en rodeo ajeno. Vi brillar los cuernos de oro del Toro Zupay en el fondo de mis lecturas: no fue muy lejos de aquí donde apareció, según la leyenda que tomo como cierta. Ví brillar el hacha bajo el sol en su impecable semicírculo. Vi el obraje forestal y su historia alucinante.

Ahora estaba en la picada cierta, en el sendero oportuno, que ofrecía varias direcciones: el pozo sellado de YPF, el decauville de Quebrachales Tintina S.A., y el meteorito del Chaco.  Seguí al maestro Orestes Di Lullo en los derroteros de Rubín de Celis y Hernán Mejía de Mirabal. Seguí a Henry Reichlen en la primera exploración arqueológica de la que hay testimonio en esta región, a Luis Alen Lascano y Raúl Dargoltz.

Seguí también la ruta de mi primer viaje de exploración, como estudiante de sociología ansioso de vivencias de campo, en el territorio del todavía desconocido Gran Chaco. Fue en 1967, y entonces conocí a Nabih Vitar que me alojó unos días, y me presentó a sus amigo Chuchú Hache.

Con Nabih Vittar y Nelson Coronel, estudiante del profesorado


Fueron receptivas y alentadoras las respuestas que escuché, tanto de las autoridades comunales como de los estudiantes y profesores. Me obsequiaron dos tallas en madera que hoy están en mi mesa de trabajo.

Campo abierto al ingenio del conocimiento y la empresa permanente de la construcción mental, científica y simbólica de un lugar, Tintina está en un cruce de caminos. Desde la mirada vigilante del Sachayoj hasta el aviso comercial en chino: baste el contraste como síntesis de esta crónica.


Ahora, solo que me queda hablar de Hernán Oesterheld, que en su clásico El Eternauta colocó a Tintina como extremo de un triángulo singular, que veía como escudo defensivo.
(continuará)

martes, 1 de septiembre de 2015

Pequeño canto americano


Desde l´América tozuda
escribo sin contentamiento
unas estrofas que lamento
porque dan cuenta de la dura
fuerza de mi propia amargura
y d´este mío sentimiento,
con su lacónico embeleso
que yo celebro. Denme un beso
por qué no el trópico mañana
y hoy el invierno santiagueño.

Porque la mágica montaña
que es siempre el árbol en su altura
y de la tierra, agria dulzura,
me espera quieta y fantástica
que yo le beba la ternura
húmeda y tibia en el aliento
que brota en letra entrecortada
y gime sola por mi almohada.
Ay, cerco azul de la retama.
Ay, Aconcagua manifiesto.

En verdad es q´estoy en celo,
sin estridencias lo confieso
pero me siento libre y preso
de los sueños de algún abuelo
que habré tenido en este cielo
con su niñez de pan y hueso
su voz llena de humo
de acento cardinal, presumo.
La voz querida en mi concierto.
El resplandor. La madrugada.

Yo, que no quise darme cuenta
aquí estoy con mi pie desnudo
en las historias de la negra
fiesta que al cabo no fue fiesta
sino el acecho largo y mudo
de unos sumados desamparos
y unos perdidos entreveros.
Eso aprendí dando la vuelta
de las fronteras de este mundo
hasta los bordes de mi mesa.

Pero si no es, lo que habrá sido
la herida abierta de Ancaján
la luna en Toetihuacán
y aquellos cielos doloridos
por el inca que fue partido
en cuatro partes, como el pan.
Ese temblor es un secreto
que al corazón lo deja prieto
sin una lágrima siquiera.
Ya no hay memoria de esa pena.

En mi patio canta el coyuyo
su melodía de arrabal
sometido como el quetzal
a dar a otro lo que es suyo
desde las plumas al murmullo
de ese cantor del salitral
que pone al verso de testigo
de que alguien enterró su ombligo.
Así, pregunto, en la mañana:

¿cuál es el fondo de mi cara?

jueves, 13 de agosto de 2015

Viaje a Sumampa

Informe de campo
27 al 29 de mayo de 2015


En 2009 inicié, con algunos compañeros reales y otros imaginarios, una serie de viajes por distintas ciudades de Santiago del Estero, con el propósito de actualizar la mirada sobre los procesos de transformación actuales, y al mismo tiempo efectuar un diagnóstico rápido de sus recursos humanos e institucionales, a saber: personas capacitadas para integrar equipos técnicos, las instituciones a que pertenecen,  y sus articulaciones con la Municipalidad local, el gobierno provincial y nacional. Otro centro de mi interés era la gestión educativa de nivel medio y superior; las bibliotecas de que disponían y su nivel de actualización; y el tratamiento que se daba a la historia provincial y local. Este enfoque combinaba el capital social y el patrimonio cultural en sus distintas dimensiones (arqueológica, archivística, arquitectónica, folklórica, escultórica, plástica, etc.).

Trabajar en equipo me permitió mejorar mis objetivos. El mío solo pretendía emular los Viajes de un maturrango de mi respetado maestro Juan B. Ambrosetti (1897, 1967), adecuándolas por cierto a la modesta escala de mis posibilidades y circunstancia.  Se trataba de viajar a contrapelo de la migración y la investigación que succionan, no solo para devolver alguito, sino principalmente para compartir ideas y proyectos ante el desafío de un cambio rápido en muchos planos que nos involucran y comprometen.

En muchos diálogos con quienes cooperaron con este proyecto traté de darle forma concreta. De este modo visité Colonia Dora, Icaño, Ojo de Agua, Tintina, casi siempre llevando una pequeña muestra de libros y algunos mapas geo-ambientales (del INTA), gráficos y dibujos. En los últimos viajes agregué algunas plaquettes de poesía argentina contemporánea, que tuvo gran éxito, por lo que estoy diseñando una serie de autores santiagueños y regionales que la complementen.

Esta no es sino una de las áreas de vacío que se observan en la actualidad entre nosotros, los habitantes de esta provincia, que aún no conocemos bien. Sigo en este punto la orientación de otro querido maestro, Néstor René Ledesma, que me enseñó a valorar lo que somos y tenemos, y el riesgo ambiental que produce la acción humana, y la necesidad del conocimiento para orientarla con otros valores. Extendí este razonamiento al conocimiento del pasado, observando también brechas que la educación formal no logra cubrir por el momento, y que hacen necesarias otro tipo de intervenciones.

El diseño de prototipos que promovemos en estos viajes -una biblioteca móvil, un museo local, protección del patrimonio arqueológico, etc.- tiene esta función. También es necesario explorar los derechos de las comunidades y municipios a participar en las investigaciones sobre su patrimonio, y a disfrutar de sus hallazgos, por lo que vemos un tema que deberá contemplar la próxima ley provincial. Por último, en materia de educación trans-áulica, procuramos integrar de mejor modo los hallazgos en historia y arqueología, más vivencial y atractiva, utilizando los crecientes recursos de la fotografía, radiofonía y la televisión, además de los antes citados.

Motivo

En este caso fui invitado por el ISPP N° 5 para participar, mediante una disertación en la Jornada en que celebraban su 25° aniversario. Durante mi paso por la institución la Rectora, Prof. Lorena Bravo, y el Prof. Carlos Torrez me acompañaron en todo momento, presentándome a docentes y estudiantes. Se trataba de un evento de tres días, con una variada agenda que incluía pintura, poesía, música, libros, danza, paneles de profesores, trabajos de los/as estudiantes, etc. 

En mi charla abordé los siguientes temas:

·         Visita a la historia de Sumampa, de Santiago del Estero, la Argentina y el mundo, y la necesidad de su actualización.
·         Consideré luego el espacio local, en especial su Ambiente, la Comunidad y el Municipio, y sus responsabilidades en la gestión de la historia y el patrimonio.
·         Por último hablé del Encuentro de Jóvenes Investigadores 13, invitándolos a participar con diagnósticos locales.

La respuesta fue, a mi criterio, positiva, con numerosos diálogos, aportes e interrogantes que hablaban de un lenguaje y un campo de sensibilidad común.

Recorridos, entrevistas y observaciones

Visité  Sumampa Viejo guiado por Mauricio Oroná. Dado que había estado en el lugar en 1977, miré con particular interés y emoción las características de la vieja villa. Desde el exterior apreciamos el histórico templo de Nuestra Señora de la Consolación, de estilo románico colonial. Comprobé con brújula su exacta orientación al Este, y que la torre del campanario ubicada en el extremo Norte de la fachada. También observamos el templo inconcluso desde 1938, que en los últimos años ha sido cubierto por un techo de chapa para protegerlo hasta su reanudación. 
                                                                               (Fotografía de Luciano Galeano)

Muy cerca, frente al templo, se encuentran los presuntos restos del oratorio que lo precedió. El pasado irrumpe y me lleva a recordar la vieja historia, aún sin libros a mano, así que restad mis errores y excesos.

El consuelo del amante

Resulta que la ahora mítica imagen de María -una pequeña escultura de bulto, de unos 35 cm de altura y no más de dos kilos- hizo un viaje asombroso, de Brasil al Puerto de Buenos Aires, y de allí a Santiago.


(Fotografía de Luciano Galeano)

Venía con una hermana de semejante porte, y habían sido encargadas a un escultor de Brasil por un vecino del pago de Sumampa, de origen portugués el hombre, Farías de Sa su apellido, en algún momento del siglo XVII.  Descontamos su fe y su capital, y en cuanto a su fortuna me quedo pensando. Extraño sino el suyo. Amaba a una mujer de un tiempo lejano, y en un lugar también remoto compró nada menos que dos imágenes que la representaban: ¿así lo requería su ansiosa devoción multiplicada? ¿acaso previó la amarga suerte del azaroso camino que seguirían sus mujeres?

No lo sabemos, pero aquí viene el drama de Don Antonio, que bien podría narrar un tango: ninguna de ellas, que por otra parte eran suyas, como bien sabía él, que las había pagado, quiere llegar hasta su casa. La primera se baja junto al río Luján, y la segunda, ya muy cerquita de su estancia de Sumampa. Ambas toman la decisión, y los bueyes y los carreros lo saben. Lo cierto es que el hombre, con sabiduría no exenta de pasión, habráse conformado a los hechos. "Qué bueno. Al menos tú llegaste, Señora. Y donde pisaste, es tu tierra, que no la mía". Y allí fue construido su primera casa, en un montículo rodeado de piedras, protegida en la roca, a unos 40 metros del templo cuya construcción se inició un tiempo después. 

Debemos pues a este hombre emprendedor, realista y un tanto melancólico -pues no otra cosa requiere el carácter del amante desdeñado que se consuela con la migaja de una sonrisa de ella, al pasar, uno de los más singulares mitos de esta región. "El consuelo está en la contemplación", dirá el Don Antonio, un precursor del Morel de Bioy Casares.

Takanas

En la zona aledaña nos detuvimos ante un número de aproximadamente quince a veinte morteros (takanas) excavados en rocas aproximadamente planas.

                                                                                        (Fotografía de Mauricio Oroná)

Estas perforaciones, con dimensiones que oscilan entre 15 a 20 cm de ancho y hasta 30 cm de profundidad, en su perfecta sencillez, son reveladoras del orden social de una época. La tecnología del labrado de la piedra puesta al servicio de la industria manufacturera de una economía agropecuaria. Cosecha y molienda. La elaboración de harina es ya un logro de una sociedad que ha desarrollado sus técnicas de alimentación, pasando de lo crudo a lo cocido, según la distinción de Claude Levi-Strauss. Por de pronto, permite ser conservada. Es ahorro, comida para el día de mañana que se guardará en la pirua o el zarzo.

Ahora vamos a la tarea. Puede presumirse que varones fueron los que excavaron el mortero, y mujeres las que recolectaron y molieron. Tras cada takana hay varias manos, una de piedra y las demás de carne, y ellas ya se han perdido. Queda lo hoquedad, el vacío que denuncia la presencia. Cada takana tuvo un nombre, como los bancos de la capilla. En la foto se ven cuatro, pero hay otros quince en las inmediaciones. Un conteo preciso dará cuenta de la cantidad de grupos familiares que habitaban la aldea en su momento de máximo poblamiento. Si la hipótesis es correcta, llegó a haber en este sitio una población de hasta 19 grupos que compartían la olla, que multiplicados por el número que estiman antropólogos y etnohistoriadores, desde Boserup a Lorandi, arroja una cifra de entre ... y ... personas. Ya haré la cuenta.

De cualquier modo, cosecha y molienda eran parte de un ritual, antes sagrado que agronómico. Lo marcaba el tiempo. Era gregario. Se cantaba. Y no podía salir buena harina si no era cantada y celebrada como un don. De modo que takana es símbolo de comensalidad, de vida aldeana y culto compartido.

Mantuve luego una entrevista con Marcela Acuña, Directora de Turismo de la Municipalidad y con el Intendente Dr. Marcelo Bernasconi, a quienes expliqué el motivo de la visita y entregué la documentación que llevaba, a saber: copias de trabajos de Roque Gómez, invitación al EJI 13, y anteproyecto de biblioteca rural. Fue manifiesta la preocupación de estos funcionarios por la cuestión patrimonial, y en especial la arqueológica.

También entrevisté a Mauricio Villarroel, que me describió sus investigaciones históricas y lingüísticas, contenidas en su libro Sanavirones. En el confín de las tierras bajas (Subsecretaría de Cultura 2013) y en la revista Ñaupa Cunan. Asimismo su trabajo sobre Villa Quebrachos y la estancia El Cauteloso, vinculadas a la trayectoria del Coronel Fernández a fines del siglo XIX.

La conversación casual con José Chamy Sánchez de aproximadamente 17 años me permitió apreciar uno de los talentos que hay que apoyar. Hablamos principalmente de poesía, y leyó con interés varias de las plaquettes que llevaba. Por supuesto, él también escribe y quedamos en otro encuentro para conocer sus poemas. Le pregunté sobre los escritores del lugar y me habló de Ricardo Perea, conocido como "Pájaro", y del ya fallecido Gastón Zalazar, a quien ya admiraba por uno de sus libros. Le pregunté por su trabajo; es en una casa de comercio. Le pregunté sobre su vocación; es la mecánica. A la pregunta de si tenía algún proyecto respondió que quiere especializarse en mecánica electrónica, lo que requeriría ir a estudiar a otra ciudad.

El hotel Caspi Huasi donde me alojé contiene varias obras en madera de factura artesanal, entre las cuales descolla un tronco de 3 m de largo y 0,50 m de diámetro, excavado con hacha en forma de canal cuadrangular de 0.25 m de ancho x 0,25 m de profundidad por 1,80 m de largo, medidas estimadas. Tal obra merece su atención por varias razones que no cabe detallar aquí.

Encontré en Sumampa un campo fértil para el diálogo, expresado en la disposición de sus cuadros intelectuales y directivos a la investigación y el cuidado de su patrimonio. Me acordé de mi primer viaje a este lugar, en el invierno del 77, cuando visité la capilla de la Virgen, y sentí la profunda magia de la consolación, Eran las 11 de la mañana, las puertas abiertas y la capilla desierta. En un reclinatorio cercano, alguien había depositado el cuerpo de un colibrí. ¿Era un símbolo de la muerte que se enseñoreaba del país? ¿Era el espíritu libre de Manuel Belgrano, que también había rezado allí, mientras ponía su vida en la causa?

Nunca lo sabré, pero sí que la emoción fue profunda, una peak-experience, como se dice. En la oración, que es el mantra ritual, en la respiración acelerada del niño que se enfrenta al misterio, en los ojos que sienten las lágrimas por dentro, hallé consuelo, y comprendí algo a Don Antonio.

Me queda por visitar la Biblioteca Popular Sumampa, y la librería del Sr. Jeanot. (continuará).


miércoles, 22 de julio de 2015

Santiago y sus lenguas

Santiago en su 462° aniversario
¿Qué idiomas se hablan en tu tierra?

La legendaria historia de esta ciudad y la región que la sustenta ha sido estudiada desde diversos ángulos y perspectivas a lo largo del tiempo, pero muchos otros se abren a diario, pues el pasado es algo que está a punto de suceder en cualquier momento.

De eso me di cuenta la semana pasada, cuando Volga F., una amiga rusa conocida por Internet, me hizo la pregunta. Como ella se dedica a la arqueología socio-lingüística, no podía responderle con los datos de las guías turísticas y hasta Wikypedia, según las cuales en Santiago del Estero el habla se limita al español, y en menor medida el quichua llamado santiagueño.

Según la audaz hipótesis de esta investigadora, todas las lenguas que fueron habladas en el pasado dejaron su huella, y están aún vivas en la memoria de la región. Me tomé unos días para indagar en las fuentes que su método recomienda, y luego le respondí de este modo.

“Estimada Volga F. Su pregunta me condujo a una búsqueda cuyos resultados me sorprendieron, pues ignoraba el pasado del habla en esta región. Para no demorarme ahora en un farragoso informe técnico, resumí los hallazgos en breves notas, que a mi pedido Walden tradujo en el dibujo de un árbol de las lenguas, que le adjunto.

En su cuadro se despliega la historia de 1000 años en cinco fases, que, desde abajo hacia arriba, van desde la formativa hasta el presente. En la primera, que equivale a las raíces, la Mesopotamia se puebla de lenguas traídas por corrientes migratorias andinas, pampeanas y chaqueñas.

Hay luego una fase organizativa originaria en la que los pueblos se organizan en señoríos regionales, dominando las serranías, las regiones ribereñas y los bosques aledaños. Un mosaico de lenguas antiguas y recientes que se asimilan o compiten.

Observará que la conquista española redujo el amplio mosaico del habla en la región, obligando al uso del español de Castilla (y el latín romano en el ámbito eclesial) y estableciendo el quichua como panlingua para el trato con la casta de indios. Ya conviviendo con las lenguas africanas, el idioma local popular tomará particulares características, que se resumirán en un singular acento en el decir (la tonada y la ese aspirada) y el sentir que lo nutre (mágico, naturalista, intimista).

Hacia 1880, al iniciarse la gran inmigración, la región de Santiago era ya un reducto idiomático de transición entre las regiones andinas y chaqueñas, en la que penetraron las corrientes inmigratorias de la etapa moderna. Llegaron entonces idiomas de Europa y el Cercano Oriente, constituyendo otro complejo mosaico que no desapareció, pero fue gradualmente asimilado por el “santiagueño básico”.

Ya en el presente, refiriéndome a los últimos 50 años, le diré que el habla del lugar se está repoblando de variantes dialectales propias de subculturas profesionales, y de clase, por lo que el ciudadano medio aspira a ser tan políglota como pueda. Las jergas medicinales, religiosas, mediáticas, políticas, económicas, carcelarias o meramente coloquiales, conviven con el diálogo digital con el cajero automático y los celulares. No ha llegado aún el voto electrónico, pero las encuestas telefónicas ya se responden apretando una tecla.

El apetito idiomático se registra en las aulas, donde se enseña principalmente inglés, pero también francés, italiano y portugués. Hay investigadores que se ocupan de las lenguas quichua, árabe, afro, vascuence, así como del esperanto, la estenografía y la signografía del antes llamado “arte rupestre”.

Esta rápida florescencia de la modernidad emergente nos habla en términos de una Babel ascendente pero feudalizada, que nos alerta ante la confusión y nos exige nuevamente buscar la lengua apropiada para nuestro momento y circunstancia. Por eso, sin abusar de localismo, diré que la propia forma de hablar, en cuanto sintaxis, discurso y sonido, es un yacimiento profundo que necesita protección, ante el riesgo de ser eviscerado por la globalidad rampante.

Me refiero al santiagueño básico, variante léxico expresiva que habiendo atravesado airosamente 4,6 siglos de exigentes peripecias, se sostiene mediante la transmisión oral en la familia y la calle, la cancha y el recreo, la plaza, la radiofonía y el manifiesto.

Recordar a quienes estudiaron este tema es también un recorrido histórico: desde los sacerdotes Bárzana, Machoni y Mossi hasta Carlos Abregú Virreyra y Orestes Di Lullo. Los aportes de Domingo Bravo, Sixto Palavecino y Elvio Haroldo Ávila –entre otros- nos ayudaron a valorar este hito idiomático. Desde la literatura, muchos autores han utilizado el habla popular como medio de su narrativa: solo acierto a citar a  Andrónico Gil Rojas, Jorge Washington Ábalos, Clementina Rosa Quenel, Cristóforo Juárez, Durval Abdala y Gastón Zalazar. No me olvido de Graciela Alicia López y Jorge Rosenberg, sabiendo que la lista es más larga.

Por último, la poesía y el cancionero ilustran con numerosas piezas, frases y palabras la entonación de este tipo de discurso, ya clásico pero en riesgo, que hoy reclama la visita del oidor Alfaro, o recopiladores como Andrés Chazarreta, Isabel Aretz o Leda Valladares, trasladados al presente donde el folklore no está lejano de la ciencia política."

Hasta allí fue mi carta, y después de enviarla me quedé con mis pensamientos. Que la ciudad ha crecido no hay duda, y cabe celebrar su florecimiento económico y urbanístico que habla de un nuevo tiempo. Para nombrarlo, eso sí, necesitamos las antiguas lenguas que esta ciudad cobijó, alentó o reprimió, según los tiempos. Abierta hoy a una memoria de larga duración, se nutre en las palabras que la fundaron.