domingo, 20 de marzo de 2016

El lugar de Felipe Benicio Corpos en la poesía de Santiago del Estero


A María Elena Ovejero
que desde Jumial Grande nos orienta


Querida María Elena.

En día de lluvia te escribo mientras trato de no olvidar las notas que las gotas teclean en el techo de chapa de mi rancho, como asonancia y ritmo, con repetidas variaciones que constituyen en sí mismas una sinfonía que quisiera anotar pero postergo. Sé que comenzará en clave de fa, como corresponde al otoño ya naciente. Además, hoy el sol se encuentra en clave de ausencia.

Pero no quiero demorarme en los filetes barrocos que estimula la página en blanco, y trataré de ir al grano, como se dice, queriendo aludir a la cosecha y el fruto como los bienes de los que hay que hablar, diferenciando, como afirma otro refrán, el trigo de la paja, quedando esta última como celebración solitaria o como mero decorado del ojo ajeno.

Tu carta de la semana pasada me dejó pensando. Me dijiste que buscas el poema “Mi primera hebra blanca” de Felipe Benicio Corpos. Pues bien, no lo he encontrado todavía, pero sí hallé otras cosas que te cuento porque pueden interesarte.

Personaje

Quién era Corpos es la pregunta. Su apellido contiene al corpus (cuerpo en latín) y al corps (cadáver, en inglés). En todo caso reúne los caracteres propicios para una biografía que nos diga quien fue este autor, y nos permita preguntarnos cómo fue que escribió lo que escribió.

No lo conocí, aunque hubiera sido posible, porque en los 70 ambos nos sentábamos en El Barquito o en el Tabycast. Creo que el primero que me habló de él fue Don Sixto Palavecino, en el patio de su casa de Tala Pozo: antes de cantar La Ronquera, celebró la ocurrencia de su amigo, de imaginar ese tema, referido a un hecho aparentemente nimio entre las propiedades de la voz humana, como lo es hablar con tono ronco.

Así sale a veces la voz, bien lo sabemos, y lo transcurrido la noche anterior podrá explicarle a cada uno/a la causa. El autor sugiere que el vino y el canto de la noche anterior pudieron provocarla. Lo cierto es que un día, Corpos estuvo ronco. Y lo que importa, en términos históricos, no es ese estado casual, sino haberlo elaborado como asunto poético.

Mi amigo Eduardo Bayugar –calle La Plata, Óptica El Cristal- me habló de Corpos con afecto, y me contó que trabajaba al frente, en Casa Tati. Un día allí explotó una garrafa, y tal accidente le provocó la muerte. Esto sucedió en 1974, cuando tenía 39 años.

Obra

Hace unos años alguien tuvo la generosidad de acercarme una carpeta con obras de este autor, y por suerte la encontré. Contiene fotocopias de 55 letras de canciones a razón de una por página, tipeadas en máquina de escribir. En la parte superior figura título y género; en la inferior el autor de la letra –Corpos en todos los casos- y la música –Sixto Palavecino en la mayoría, Elpidio Herrera en dos casos, y otros músicos que cita, aclarando que se trata de recopilaciones, y el lugar donde fue realizada.

Género
Propias
Recopilaciones
Total
Poema
1
-
1
Canción (zamba)
2
-
2
Canción (chacarera)
46
6
52
Total
49
6
55
Fuente: Corpos F.B.: “Cancionero”.

Entre las letras del “Cancionero” están sus temas más conocidos: “La atamishqueña” , “La ronquera”, “La queñalita”, “La chimpa machu”, “Juntando mishtol”, “La añapita”, “El Sacherito”, “Mi tata sabía cantar”, “Sacha Sachamanta”, “Como el sacha mishi”, “Coplitas Amanecidas”, “El Tasigastero”, entre otras.

Ahora quiero centrarme en “Cuando me llamen shalaco” y “Corazón Saladino”. Se trata del mismo tema, aunque con pequeñas variantes que vale la pena analizar. Son significativos los títulos porque implican la pertenencia del enunciante a una región específica que nombra con precisión, comenzando por el desafiante –y convencional- “Santiagueño soy señores”, siguiendo por el río Salado, Figueroa y Chañar Remanso. Dado que Corpos nació en La Loma, descontamos el sustento autobiográfico de este tema, y la fuerte identificación de sí mismo con el sitio: su corazón es “saladino”, y se asume orgullosamente como “shalaco” a pesar de la connotación peyorativa que la palabra contiene. Transcribo el texto:

Cuando me llamen shalaco
(Chacarera)

I

Santiagueño soy señores
nacido junto al Salado
en pagos de Figueroa
cerca de Chañar Remanso.

Traigo en el alma mi pago
sus penas, sus alegrías
y el paisaje saladino
achicharrao de sequias.

Me enseñaron sus misterios
las voces de tierra adentro
por mano de los cardones
sobre las cuerdas del viento.

Estribillo

Cantor de cantos humildes
no me gustan las alturas
a mis paisanos les canto
desde mi propia estatura.

II

Tengo para los rigores
pa´ topetiarlo al destino:
dos manos, una guitarra
y un corazon saladino.

Me han de nombrar las cosechas
con voz del sur y del norte
y la zafra y los obrajes
regaos de sangre y sudores.

Todos los pagos me vieron
con mi nostalgia y mis penas
todos vieron mi regreso
tranquiando una chacararera.

Estribillo

Yo dejé escrito mi nombre
a filo de hacha en los chacos 
y han de sacarse el sombrero
cuando me llamen “shalaco”.


Ahora consideremos las variantes. El pie del estribillo I° “Cantor de cantos humildes” cambia a “Porque soy cantor “shalaco”. En la primera versión, la primera estrofa de la II° dice que “pa´topetiarlo al destino” tendrá “dos manos, una guitarra / y un corazón saladino”, mientras en la segunda prefiere “dos cajas, una guitarra”, etc.

Entre las expresiones singulares rescato “Achicharrao de sequias”. Dejo la primera a los especialistas, no sin sugerir que no se refiere a las chicharras sino a los chicharrones, fritos en grasa, metáfora comparable a la de “infierno” que usó Roberto Arlt para la sequía de 1937. Señalo que la vida de Corpos coincide con  un ciclo de muy bajas precipitaciones en la provincia, que provocó el éxodo rural, y concluyó recién hacia 1970 (Tasso, 2011).

Luego, es rica la expresión “tranquiando una chacararera”, celebrando el regreso. Pero no dice “bailando” sino “tranquiando”, esto es, haciendo trancos o meramente caminando. Creemos que con ello alude a la forma paisana del varón en la danza, un tanto dura y sin la afectación del bailarín.

No olvidemos que es un trabajador que regresa de “la zafra y los obrajes”, identidad con la que el enunciante se presenta, recurriendo ya no a la biografía del autor sino a una figura arquetípica de la historia local, de la que seguramente tenía ejemplos cercanos. Hachero, cosechero o “golondrina”, ha andado “en el sur y en el norte” y “en los chacos”. Solo alude en un verso a la explotación, con “la sangre y los sudores”.

Por último destaco las alusiones al sí mismo del personaje, tales como “me han de nombrar” y  “yo dejé escrito mi nombre”, que en ese contexto alude a un yo literario que puede coincidir con el del autor, pero que también tiene otro sentido de connotaciones sociales: el trabajador migrante es un sujeto anónimo, más aún si, como suele suceder, sus raíces culturales provienen del indio –a quien se le quitó el nombre- y el mestizo –a quién se lo impusieron-.

Hay pues una cuestión con el nombre que el hablante-cantor-poeta-autor menciona dos veces. Pero no es solo eso, pues ante “los rigores” sabe “topetiarlo” al destino, es  decir, enfrentarse a él y oponerle la fuerza que tiene: dos manos en un caso, dos cajas en el segundo y una guitarra en ambos. Es amplia la posibilidad de uso de dos manos, además del trabajo, y lo dejo abierto. Pero con las cajas y la guitarra aparece otra identidad, la del músico-cantor, que tan cara es en la literatura local. La condición mestiza aparece nuevamente en los instrumentos y anuncia la vidala y la chacarera, para la queja y el dolor la primera, para la fiesta la segunda. Esto nos habla de las capacidades musicales y expresivas requeridas para estos géneros.

Tenemos entonces a un sujeto que se identifica con un región, que ha trabajado en el norte y en el sur, que tiene fuerza y decisión, y que además tiene voz –con todo lo que implica el decir del cantor-, identidad y orgullo, al exigir “han de sacarse el sombrero”.

El texto propone nada menos que una inversión en el sistema de trato, donde el que pone condiciones es justamente el subestimado, o no-nombrado (NN). La afirmación de sí mismo es decidida en todo el poema, y proviniendo de un sujeto colectivo como se expresa, es indudable el contenido reivindicativo étnico, regional y de clase que contiene.

Quizá escrito durante los años 60, el texto se ubica en tiempos de alta conflictividad social y desocupación en las regiones forestales, a más del cierre de muchos ingenios tucumanos. Había cerrado sus obrajes Quebrachales Tintina, empresa semejante a La Forestal. Se retrajo el ferrocarril y quebró la fábrica de vagones de Israel Weysburd, en el Depto. Moreno. La huelga ferroviaria de Añatuya estuvo acompañada del crecimiento del socialismo y de una actitud combativa por parte de los gremios. Estos datos del contexto quizá ayuden a explicar las alusiones propiamente sociales y políticas que contiene.

La valoración del folklore en distintos momentos

La obra de Corpos ha sido inscripta en una zona de la aldea cultural santiagueña, llamada genéricamente “folklore”, que durante mucho tiempo fue considerada una especie de bajo fondo, en las fronteras de la poesía y el arte “cultos”, “de salón”, o meramente del centro.  Esta línea sutil que separa lo culto de lo popular fue infranqueable durante mucho tiempo y vale la pena revisar sus antecedentes.

Como ejemplo recordemos el caso de Andrés Chazarreta, cuando hacia 1920 su compañía de arte nativo no pudo presentarse en el Teatro 25 de Mayo. ¿Era ese “arte nativo” demasiado rústico y vulgar a la vista de los árbitros de la cultura local en ese momento? La ciudad superaba los 10.000 habitantes y un 15% eran extranjeros. La colectividad española prefería la zarzuela, y eran frecuentes las visitas de compañías de música y teatro que hacían su gira por el norte. En cuanto a los italianos, preferían el canto lírico y la ópera, lo que explica la actuación de Beniamino Gigli en esos años.

Sin embargo, otros árbitros intervinieron. Uno de ellos fue Ricardo Rojas, que al elogiar la actuación de Chazarreta en el Teatro Politeama en 1928, colocó la cuestión del arte nativo en otro contexto, el de la restauración nacionalista que proponía como escudo ante un país asediado por la inmigración, antes convocada con entusiasmo y ahora, después de la semana trágica de 1919, temida y hasta rechazada, autorizándose la expulsión de anarquistas y revoltosos.

En 1930 se cerró la puerta de la inmigración, y se abrió otra, la militarización del Estado, que alentó el nacionalismo de diversas formas. Industrialización, crisis agrarias, migración de trabajadores hacia Buenos Aires, sindicalización y triunfo del peronismo están unidos por lazos evidentes. Estos cambios permiten explicar que en la Argentina de los años 40 la consideración otorgada al nativismo y la música criolla, las costumbres y saberes populares –englobadas entonces en el concepto de “folklore”- cambiase sutilmente respecto a la de unos años antes, pues ahora ocupaba un sitio en un proyecto nacional.

¿Cómo lo vivieron los distintos sectores sociales? La capa superior, bajo la forma de la clase terrateniente, alentaron ahora el criollismo, así como sus padres habían desalentado –o prohibido- el uso del quichua. Se formaron “peñas”, o sitios donde se escuchaba música criolla y se bailaban danzas tradicionales que no habían tenido otra escuela que la costumbre popular, que ahora llegaba a los salones. Jóvenes con apellidos “bien”[1] –aquellos que figuraban en el selectivo “Quién es quién” de toda clase que se pretenda alta- mostraban en la revista El Hogar (1948) su destreza para bailar la zamba o el pericón, su gusto por la elaboración de dulces caseros, o su orgullo por pertenecer a la peña “El Lazo”.

Los intelectuales y artistas siguieron otro camino, como lo muestran las obras de –además del citado Chazarreta- Carlos Vega, Isabel Aretz y Manuel Gómez Carrillo en el campo de la música, Ramón Gómez Cornet en pintura, en el cancionero Juan Alfonso Carrizo y Orestes Di Lullo, descollando también este último en costumbres relacionadas con la gastronomía y la salud, así como en las voces regionales.

Entretanto, la radiofonía y la industria del disco unieron sus brazos y crearon un campo de poder comunicacional de insospechada fuera, que tendría su centro en las ciudades y su circunferencia donde llegase su onda.

El ascenso social de los sectores populares, asociado a la urbanización progresiva, hicieron de ellos un público y un mercado en el que podían sentirse protagonistas. La música entró con ellos desde el suburbio o el remoto interior hasta el sacralizado espacio del éter, desde donde pasaría al cine, agregando la fuerza de la imagen. Sin embargo, esto no significaba de modo alguno que los sentires implicados en el complejo de la música folk hubiesen logrado la hegemonía del campo. Su obstáculo en las décadas no fue tanto la crítica del aparato cultural, que prefería asuntos tales como arte barroco, novela francesa o cine sueco, sino el control político.

Las sucesivas dictaduras de 1955, 1966 y 1976 impusieron duros límites a la creatividad y el discurso artístico y científico, mediante distintos procedimientos de censura, despidos,  listas negras, prisión o muerte. Esto sucedió también durante el peronismo. Los casos de los poetas, escritores, músicos y cantantes que los padecieron no son pocos[2]. Nuestra hipótesis es que este control, al que sin duda fueron sensibles los canales de televisión, las compañías discográficas y las editoriales, puso un corset que oprimió a todos los géneros, y los indujo a una producción que no ofreciese riesgos. La estampa costumbrista de la vida rural, la madre, el pago natal añorado desde lejos y el amor –romantizado al gusto del público urbano que halló su canon en Cosquín- fueron temas preferidos de la canción, que los principales conjuntos de la época[3] imprimieron en el espacio mediático como marca de la música de provincia.

Con estos límites se enfrentaron el pensamiento y el arte, y es a la luz de las posibilidades que ofrecía la coyuntura como se abrieron camino los músicos y poetas a los que queremos referirnos, centrándonos en el contexto de una provincia.

El Alero Quichua Santiagueño

Como ejemplo de una estrategia exitosa de alianza y difusión citaré el caso del Alero Quichua en Santiago del Estero. Se trata de un programa radial aún existente, que comenzó a emitirse en 1969 por Radio Nacional los domingos de 10 a 13 h. Veamos la trayectoria de los iniciadores de esta experiencia, que coincidieron en la revaloración del quichua y la música popular como representativos de un sector social claramente ubicado en las regiones rurales, subalterno en términos de economía y cultura.

·         Domingo Bravo. Nacido en La Banda en … Maestro. Investigador del quichua santiagueño en el ILFyA-UNT que dirigía desde hacía diez años. Co-fundador –con Ricardo Dino Taralli- del Centro Bandeño de Investigación y Letras (CEByL). Reside en La Banda.
·         Sixto Palavecino. Nacido en Barrancas, Depto. Salavina en 1914. Músico, violinista sachero. Peluquero, en Av. Belgrano 1060 (sur). Reside en Barrio Tala Pozo, Santiago del Estero.
·         Lucio Vicente Salto Taboada. Nacido en Santiago del Estero en … Imprentero, en 24 de Septiembre 672.
·         Felipe Benicio Corpos. Nacido en La Loma, Depto. Figueroa, en 1935. Empleado de comercio en Casa Tati, La Plata esq. Pellegrini.

Bravo tenía ya un prestigio notable, si se considera su modesto inicio como maestro en escuelas rurales cercanas al río Salado, donde debió aprender el quichua, iniciándose en los estudios lingüísticos, y elaborando un diccionario del quichua santiagueño, obra pionera en su momento. Si agregamos que la condición de bandeño contenía una explícita subestimación propia de la mirada capitalina, se valorará más su ingreso en el naciente espacio académico de la ciudad. En cuanto a Palavecino, era un músico autodidacta de temprana vocación, que se había trasladado a la ciudad, donde ejercía su oficio de peluquero. Salto era el único originario de la capital, y estaba a vinculado las redes familiares y políticas locales. Tenía una pequeña imprenta. Por último Corpos, el más joven de todos –tenía 33 años, mientras los demás rondaban los 60- provenía de la región “shalaca”, o del río Salado, zona también minusvalorizada desde la ciudad junto al río Dulce.

Vemos entonces la confluencia de distintas vocaciones, unidas por el quichua y la música popular, provenientes de los márgenes, no solo de la geografía sino también de la cultura. Varios de ellos su nutrían de la tradición del músico rural, profesión institucionalizada desde el siglo XIX según lo muestran los primeros censos de población. Este tipo de músico desempeñó una importante función ceremonial en rituales de pasaje –iniciación, casamientos, velorios[4]-, en el calendario ritual –carnaval, homenajes al Santo y la Virgen- o simplemente de “fiesta”. Con este término me refiero a un evento de reciprocidad vecinal en contextos campesinos, de larga historia en la región; las “telesiadas” constituían demandas rituales a fuerzas superiores, solicitando lluvias, buena cosecha, o el hallazgo de animales perdidos. La fiesta constituía el pago del promesante, en un contexto religioso, pero también la secreta iniciación profesional, configurada por la Salamanca. Por todo ello, había allí una tradición específica en la que la música, el canto y la danza se entrelazaban con la vida cotidiana que la recreación urbana  del “folklore” no podía contener sino imperfectamente.

Este fue el legado que recogió el AQS, disperso en el habla y las costumbres pero a flor de tierra, como una “infinita riqueza abandonada”, según dijo el poeta Edgar Bailey. Su labor a lo largo de 47 años multiplicó ese capital cultural a través de la difusión de sus discos, la enseñanza del quichua y, en suma, la afirmación de una identidad.

En esa historia hay que situar la obra de Corpos. Talentoso autor a cuya voz se sumó Palavecino, sus palabras reviven cada vez que son cantadas en una guitarreada, muchas veces, como es lógico, sin saber su nombre, hasta que algún memorioso lo menciona. Él lo agradecerá, pero como todo poeta popular no ignora que el mayor mérito consiste en llegar, anónimo en grado sumo, a la voz de quien canta.

Memoria

El 13 de diciembre pasado se cumplieron 41 años de la muerte de Corpos, a los 39, en pleno desarrollo de su vocación y su trabajo. ¿Qué sabía sobre él hasta que recibí tu carta? Muy poco por cierto. Ya mencionada la admiración de Sixto, lo recordaba por la memoria colectiva, que numerosas voces y lecturas habían arrimado, como chamizas, a la vizcachera de mi memoria. Ahora sé algo más, y quiero compartirlo contigo, como quien aviva una brasa. En la bibliografía menciono las fuentes que he consultado, que también te servirán.

Después de haber conocido algo de su obra y su vida, y de ver sus fotografías, intuyo que Corpos está bien, en plenitud, viéndose revivir a cada rato en su capacidad de decir. La memoria colectiva del AQS y los amantes del género lo sostienen. Llevan su nombre el auditorio de Radio Nacional, una calle del barrio Tradición y una escuela de Pampa Muyoj. Una declaración del Senado de la Nación promovida por Emilio Rached le rindió un homenaje junto a Sixto Palavecino, al recordar en 2009 el 40° aniversario del AQS.

Sin embargo, sé que somos muchos los que, como yo hasta hace unos días, poco o nada podíamos decir ante la pregunta ¿quién es Corpos? ¿y por qué lo sabemos apenas, o no lo sabemos en absoluto? Una parte de la respuesta es fácil: su obra está dispersa y vuela; como aún no tiene libro, no hemos tenido oportunidad de leerlo y considerarlo como texto literario. La parte difícil es otra pregunta: ¿vale la pena mantener aquella línea que separaba, a veces sin demasiada sutileza, lo “culto” de lo “popular”? No parece sensato. Además del histórico barrio del Folklore, Felipe Benicio Corpos merece un lugar en el de la Poesía. En el plano de la nueva ciudad, ambos barrios serán vecinos.

Agradecido por tu paciencia y la penca de tuna que una vez me regalaste, te mando un fuerte abrazo, de alero a alero!






Bibliografía consultada

Alero Quichua Santiagueño. www.aleroquichua.org.ar/sitio/quienes.php  
Almada, Juan Carlos (2010): Blog personal.
Corpos, Felipe Benicio: “Cancionero”, 57 p. (inédito)
http://wikipedia.org: Felipe Benicio Corpos 
“Santiago, guitarra y copla” (1991-1996). Revista dirigida por Juan Carlos Carabajal. Santiago del Estero.
Senado de la Nación (2009): Declaración Homenaje 40° aniversario del Alero Quichua Santiagueño.




[1] “Bian”, diría Catita.
[2] Ricardo Rojas, María Adela Agudo, Antonio Di Benedetto, Francisco René Santucho, Atahualpa Yupanqui, Armando Tejada Gómez, Rodolfo Walsh, Miguel Ángel Estrella, Mercedes Sosa, José Larralde, Juan Gelman, Jorge Cafrune, Jaime Dávalos, Alfredo Zitarrosa y Alfredo Guaraní, para citar solo algunos.
[3] Los Hermanos Ábalos en Santiago del Estero, Los Chalchaleros y Los Fronterizos en Salta.
[4] Especialmente de “angelitos”, lo que da cuenta de la mortalidad antes del primer año.

martes, 8 de marzo de 2016

Palos sí, libros no

La protesta docente en Santiago del Estero pone a prueba nuestra democracia


Así se resume la actitud del gobierno provincial ante el masivo reclamo de los docentes estatales santiagueños de un aumento salarial justo. ¿Qué piden? Que el aumento que ofrece el gobierno –ronda el 30%- se efectúe sobre su sueldo real, y no solo sobre el básico, como aquél pretende. Es que más de la mitad del sueldo real se cobra “en negro”: sumas que no contribuyen al aporte jubilatorio, ofrecidos como dones patronales antes que como retribución merecida.

Estos pagos “en negro” son parte del deterioro real del trabajo de los docentes, que no se forma solo de cifras sino de la estimación social de su trabajo. Como sabemos, en una sociedad que se proclama capitalista, el ingreso es un indicador objetivo de esa estima. Pero no hace falta capitalismo para saber que el respeto a una función social se manifiesta en los actos. Y en este caso se han producido varios que vale la pena analizar.

Con temor, si no con culpa, la que obsede al que no está cumpliendo con su parte del pacto, el gobierno dispuso cercar las inmediaciones de la Casa de Gobierno con vallas y cordones de uniformados con casco, escudo y palos de abollar ideologías, como dijo Mafalda.

Simultáneamente, un vasto operativo policial se desplegó en las rutas de acceso a la capital, para impedir la llegada de los docentes que venían desde distintas ciudades del interior. Digamos ya que se trata de Fernández, Colonia Dora, Frías y Sumampa, entre otras en las que se realizaron actos de adhesión. Pero los que querían venir, aún a dedo, se enfrentaron con un operativo represivo inédito y por cierto escandaloso: uniformados de azul anotaban nombres y deneís y los transmitían por radio a su base.

A falta de controles propios de su tarea, se dieron a controlar la circulación de docentes en las rutas, amenazando a los automovilistas que querían llevarlos. La Policía de la provincia debería decir algo, y ya lo ha dicho su titular con palabras que retrotraen a otra época: los fantasmas de la provocación y de la izquierda.

Esa latente sensación de culpa seguramente es compartida por el Frente y por su aliado Bases. El primero, porque niega, además de su discurso democrático y benefactor, el derecho de realizar actos públicos masivos con el auxilio del transporte automotor, como los que ayudaron a su nacimiento, recordemos que desde las entrañas del radicalismo pro juarista.  El segundo, porque transgrede su acuerdo de origen con los intereses de los trabajadores, y su propia historia de resistencia. No sabemos cuál acudirá primero al psicoanalista.

Ahora bien, el número de manifestantes debe ser alentado en nuestros actos y prohibido en el de los demás, parece decirnos el gobierno. Y ya lo ha dicho en lenguaje bastante claro. No es la primera vez que se niegan los conflictos y se victimiza a los portadores de la protesta: ya sucedió con las organizaciones campesinas (Mocase y otras ong’s), los integrantes y dirigentes de comunidades indígenas, los trabajadores de la salud en 2009, los obreros que construían las viviendas del barrio … de Madres de Plaza de Mayo, y la invasión al Patio de Froilán en la madrugada de un 25 de mayo.

En todos los casos hubo silencio de radio en los medios oficiales y paraoficiales. En todos los casos hubo balas de goma. En todos los casos el gobierno intentó aplastar a los opositores. Caramba, esto nos trae muchas cosas a la memoria, y lleva a sostener, aunque sea de modo provisorio, las siguientes hipótesis:

La primavera democrática del 2004 hizo soñar a muchos que había concluido una etapa. No fue así, sin embargo, y el gobierno local ha hecho todo lo posible por re-encuadernar la etapa juarista y militar, ofreciéndola como un genérico, aparentemente a bajo costo. Mientras tanto, la sociedad tomó en serio el asunto de la ciudadanía y la participación que alentaron los gobiernos de Néstor y Cristina.

El corsé que intentan poner el gobierno local y el nacional sobre la opinión pública no resistirá mucho tiempo. Pero habrá que pasarlo, y como dicen los augures oficiales este año es el más difícil, porque pondrá a prueba las fuerzas de la resistencia. A 90 días del diez de diciembre, Milagro Sala sigue presa y las balaceras en los Buenos Aires llegan hasta una murga del bajo Flores.

Calcado como un mapa sobre el papel manteca, el cuadro cierra con pronóstico reservado, pero no sin recomendaciones elementales que ni Maquiavelo se habría ahorrado en sus consejos al príncipe: “No es conveniente zaherir a los que piensan distinto, pues tal cosa los alentará hasta el punto de dejar de creer en lo que dices”.

Las primeras dos líneas partidas del hexagrama 16 del I Ching, que acabo de consultar ante el problema, anuncian un rayo sobre el lago: “Cuídese el señor de malquistarse con los pueblos de su reino, porque será como invitarlos a derrocarlo. Si se raja la olla, la comida está perdida”.

Pero hay que decir más, de modo que el paciente se sienta contenido dentro de una lógica orgánica. Algo falla en su asesoramiento político. Sostenido por su imagen galvanizada y el andador de los medios fieles, que van a los despachos sin ver la calle, va a tener dificultades para caminar en el futuro. Encerrado en un primer piso, no verá los incidentes que se producen más allá de la valla y el cordón defensivo.


Creo que la sociedad no quiere que su gobierno deje de caminar, y menos aún que retroceda o se aísle, como lo está haciendo. Luego de la anamnesis, o sea recordar su historia, salir a caminar es la receta.